Hace un mes hablábamos
de que el llamado a una Asamblea Constituyente era una huída hacia adelante,
con lo que el gobierno intentaría solucionar los conflictos con actitudes que
si bien parecen resolutivas, en realidad no hacen más que posponerlos. Por
supuesto que el que huye hacia delante nunca cree que está posponiendo el
problema sino solucionándolo.
Por Aram Aharonian
04/06/2017
04/06/2017
Pero para ir solucionando el problema, debiera ir
desactivando las bombas instaladas en la médula de la problemática. No se puede
ver lo que ocurre hoy en ningún país con la mirada y las herramientas de la
Guerra Fría y, por ende, no basta con declararse de izquierda, socialista o
revolucionario, antiimperialista o enfrentado a Estados Unidos, para contar con
el apoyo interno e internacional al proceso venezolano y legitimar un discurso travestido
de revolucionario, lleno de consignas y falto de ideas y/o propuestas.
Como boxeador contra el encordado por la escalada
insurreccional, el gobierno usó las mismas cuerdas para escapar del castigo,
descentrando la ofensiva de la derecha que pretendía obtener resultados al
cortísimo plazo, con una convocatoria a la Constituyente, una maniobra
distraccionista que puso a la defensiva política y discursiva a la oposición.
El llamado es interpretado también como una respuesta
defensiva frente a las elecciones anticipadas que exige la derecha, una
alternativa ante el chantaje de comicios ficticios que promueve la oposición,
en medio de la guerra económica y la provocación y el terror callejeros, sin
propuestas legítimas, y mucho menos democráticas. La derecha radical no busca
elecciones ni referendo y menos apun el respeto a la Constitución, sino la
salida de maduro por cualquier vía: destitución, dimisión, golpe, asesinato.
Insisten en un “gobierno de transición” al estilo Michel
Temer, donde sin apego a ninguna regla, puedan hacer el trabajo sucio y amargo
de los ajustes económicos y la limpieza política (léase reducción de la
dirigencia pero sobre la simbología chavista). Este es el discurso que viene
desde el exilio dorado de Miami, subestimado en el país por ridículo, pero que
repite las consignas de los retrógrados republicanos que están hoy en el poder
en Estados Unidos.
“Promueven comicios al estilo de Colombia, donde entre voto
y voto hay centenares de militantes populares asesinados. Pretenden una
concurrencia a las urnas semejante a Honduras, es decir, bajo el paraguas del
crimen de Berta Cáceres. Demandan el tipo de votaciones que imperan en México,
entre cadáveres de periodistas, estudiantes y docentes. Sería un terrible error
sumarse a un planteo que intenta utilizar las elecciones para preparar el
cementerio de los chavistas”, señala el economista argentino Claudio Katz.
La convocatoria a la Constituyente puede ser un camino para
retomar la iniciativa popular e implica un giro por parte del gobierno que
hasta ahora restringía la confrontación al ámbito burocrático de un poder del
Estado contra otro, el choque por arriba del Ejecutivo contra el Legislativo o
del Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional.
Nadie puede ignorar los intereses geopolíticos en juego para
(intentar) entender lo que ocurre. Ya desde el comienzo del gobierno de Hugo
Chávez (1999, y claramente en el apoyo del Golpe de Estado de 2002), no
solamente en los proceso de apoyo político sino principalmente en el
financiamiento de los sectores más radicales de la oposición, ha habido apoyo
financiero, político, entrenamiento, de las redes del terrorismo mediático, a
través de ONGs, fundaciones, y gobiernos extranjeros.
Hay, sin tapujos, una injerencia directa de los Departamento
de Estado y de Defensa del gobierno de Estados Unidos y de connotados
legisladores (como Marcos Rubio y Bob Menéndez) y por otra parte del uribismo,
el paramilitarismo y los grandes “cacaos” colombianos. Y hay una campaña
desmedida, de terror mediático, desarrollada a través de los medios
internacionales, en especial los estadounidenses, españoles y colombianos, como
voceros principales del descrédito del gobierno de Maduro, lo que deja en claro
que existen planes bien orquestados y teledirigidos desde hace 18 años.
Hay sectores radicales de la derecha bien financiados para
evitar que esta experiencia del chavismo termine simplemente como una derrota
electoral, porque ello significaría que quedaría como una experiencia de
organización, de expectativas, de esperanzas bien asentada en el imaginario del
pueblo.
“Esto para este sector no puede sobrevivir, para este sector
esto requiere aplastamiento, exterminio. Un escarmiento de manera tal que este
imaginario de la posibilidad de cambio quede negado. Y si además de eso sabemos
que en este sector extremista esta la incidencia internacional y está como se
ubica Venezuela en la geopolítica global, queda claro que esta violencia tiene
características estructurales, está claro que esta violencia es
extraordinariamente difícil de desmontar. Porque estas condiciones cierran
enormemente las condiciones para el diálogo. No es simplemente un desborde, hay
sectores que buscan esta violencia como objetivo”, señala el sociólogo Edgardo
Lander, opositor a la Constituyente.
Hay quienes sostienen que el sector extremista de la
oposición tiene una incidencia coyuntural fuerte, pero marginal en el largo
plazo. Pero la realidad muestra que este sector es el que dirige a la oposición
y detrás de él se alinean todos los grupos socialdemócratas (adecos, masistas)
y democristianos (incluidos los íntimamente ligados a la jerarquía católica),
quienes se benefician políticamente de los avances políticos que puede generar
la violencia.
Pero en esa huída hacia adelante, las bombas siguen
activadas. No hay posibilidad de ninguna solución sin el reconocimiento del
otro, de la llamada otredad. La huída hacia adelante debiera conllevar
mecanismos de relación, de diálogo, del reconocimiento de que no son dos
bloques homogéneos, a pesar de que se quiere construir el imaginario colectivo
de una polarización entre dos bloques. En definitiva, hay que reconocer que hay
una crisis de hegemonía, tal como lo definió Antonio Gramsci.
Hay necesidad no solo hablar del “conflicto” sino saber cuáles
son sus causas y sus consecuencias. E intervenir sobre ellas. La inmensa
mayoría del país quiere evitar una guerra civil, anunciada con bombos y
platillos por derecha e izquierda. Es más, está ocupada en su diaria
subsistencia, en escapar de la inflación, conseguir alimentos y medicinas.
Dentro de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) hay
muchos que afirman que están siendo chantajeados por estos sectores financiados
y empujados por la política de Estados Unidos, y que no encuentran cómo desprenderse
de ese chantaje (muchos ni siquiera parecen intentarlo seriamente). Del lado
del gobierno también se nota un resquebrajamiento y es notorio el
comportamiento disidente de la Fiscal General y de algunos magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia en relación al llamado y a la forma y el contenido
de la convocatoria a la Constituyente.
Para el sociólogo chavista Javier Biardeau este conflicto
podría llevar al país entre una pendiente autoritaria, por parte del Gobierno,
y una salida no pacífica ni democrática, por parte de la oposición. Asoma un
hecho desencadenante de violencia masiva que pueda generar salidas caóticas con
una guerra no convencional y con una fractura militar. Los escenarios de
solución pasan, necesariamente, por un nuevo diálogo donde se extraiga el
liderazgo político fanatizado y se siente un “conclave”, donde ve al Papa como
el único actor posible para pacificar y apaciguar a Venezuela.
Desde los análisis de los llamados colectivos chavistas, la
Fiscal General aviva el fuego cuando éste está mermando y da sustento al relato
de la derecha en busca de una salida para nada democrática, ni limpia, y mucho
menos ética. O sea, señalan, quemó la oportunidad de aparecer como balance
necesario en una actitud de disidencia oportunista, dentro de una fractura en
medio de una paralela lucha de grupos e intereses dentro de la dirigencia
oficial.
Las bombas de la inseguridad, el desabastecimiento, la
seguridad sanitaria siguen activadas. Hay que entender por qué pasa lo que está
pasando, el descontento creciente, provocado por la situación económica, la
escasez, los temas de la inseguridad…Hay sectores de la oposición que no
quieren ser instrumentos de esta política fascista, que usa a los jóvenes como
carne de cañón. Hay expresiones del chavismo crítico (autodenominados con este
nombre, precisamente), gente en el gobierno y en la Fuerza Armada que tampoco
está conforme con el papel que les hacen desempeñar.
Paralelo a la polarización –resultado natural de las contradicciones
y de la confrontación por la riqueza y por el poder político- y la
radicalización política de los últimos años, progresivamente se ha ido
incubando la violencia, abierta u oculta, y la ciudadanía, acorde a las
características de la coyuntura confrontacional, está sometida a diferentes
tipos de violencia: física, psicológica, emocional, mediática, culturales,
señala la socióloga Maryclén Stelling.
Se transitan procesos complejos, dinámicos y cambiantes,
dolorosos y vergonzosos que conducen a un clima emocional de impotencia, en el
que la violencia puede constituirse en algo natural y fatal. Son tiempos
sombríos de apatía y desesperanza que engendran una peligrosa indiferencia
ciudadana, suerte de banalización sanadora de la acción destructiva y la
violencia en su forma límite, la violencia homicida. Es el momento de
reflexionar sobre la naturalización de la violencia que amenaza con instaurarse
social y culturalmente en la Venezuela actual, añade.
En 50 días se registraron más de seis decenas de muertes,
más de 200 heridos, y 600 millones de bolívares en pérdidas, producto de actos
de saqueo y vandalismo donde destaca la violencia irracional contra hospitales
y centros de salud. En medio de este terrorismo que sí transmite a diario la
televisión internacional, hace falta hacer una pausa para analizar las
condiciones estructurales que la incubaron, aquellas que la mantienen y
reproducen, además de las razones morales que supuestamente la justifican.
La Reforma
Los analistas señalan que se diseñó una ingeniería electoral
para convertir al bolivarianismo en una mayoría en la Asamblea Constituyente, a
través de dos vías fundamentales: la representación territorial, (con una
sobrerrepresentación a las zonas rurales) y otra de carácter corporativo. Más
allá de las formas, del procedimiento para su llamado, está el tema del
contenido, porque se supone que es una Constituyente plenipotenciaria, pero ya
se le están fijando los temas que debe aprobar.
Por ejemplo, Maduro ha dicho que no le alcanzan los poderes
que tiene, Elías Jaua que éste es un Estado indefenso frente a la ofensiva de
la oposición y que requiere instrumentos constitucionales para defenderse. Una
pregunta que queda en al aire es si tiene sentido el anuncio de que el 10 de
diciembre se realizarán las elecciones de gobernadores y autoridades locales,
si ya va estar en funcionamiento una Constituyente que al ser plenipotenciaria
podría decidir que la nueva estructura del Estado no tendrá gobernadores.
Los asesores socialdemócratas del gobierno de Maduro con
este llamamiento buscan revigorizar el imaginario chavista popular, de
recuperar el espíritu de lo desde abajo, porque se trata de una Constituyente
feminista, ecológica, indígena, de las comunas, etcétera. Los que están en
contra del llamado constituyente, tratarán de deslegitimarlo, apuntar a las
fracturas que existen en el gobierno, en las fuerzas armadas, y que por la vía
de desgajamientos, el Ejecutivo llegue a la conclusión de que no puede seguir adelante.
Pero, por ejemplo, Roberto Viciano y Rubén Martínez Dalmau,
profesores de Derecho Constitucional de la Universitat de Valéncia y
administradores del negocio de la CEP de asesoría socialdemócrata, quienes
colaboraron en la redacción de la Constitución de 1999, señalan que la
convocatoria, de producirse sin consultar al pueblo, “sería un nuevo atentado a
la voluntad democrática del mismo”.
Hay que destacar, asimismo que corrientes de izquierda de
Venezuela con planteos críticos, llaman a participar en la Asamblea
cuestionando los manejos burocráticos y convocando a potenciar la dinámica de
las comunas.
Difícilmente saldrá algo bueno, si se trata de una
Constituyente unilateral. Si la forma de convocar, de integrar la Asamblea, de
funcionar, de ratificar las decisiones de la misma, se hace desde la
perspectiva e intereses de uno de los actores, el conflicto político se seguirá
reforzando. Dentro de las bases chavistas hay sectores que apoyan la salida
constituyente, pero condicionando su apoyo a urgentes correcciones en el rumbo.
Son muy críticos de la corrupción pública, la ineficiencia gubernamental y la
falta de revolución.
Sin desactivar las bombas, sin medidas drásticas en el plano
económico-social y de seguridad ciudadana, la Constituyente puede ser una huída
sin destino. Mientras los capitalistas manipulan las divisas, provocan el
desmoronamiento de la economía, disparan la inflación, manejan los bienes
importados y desabastecen la provisión de bienes básicos, el gobierno ha
mostrado ser tolerante o impotente, pasivo, ineficiente, ineficaz, tolerante
con la corrupción y con los millonarios travestidos de chavistas.
Quizá sea hora de atacar el desaguiso económico con la
nacionalización de los bancos, el comercio exterior, la expropiación de los saboteadores,
la prisión de los corruptos, como sugería el economista Simón Andrés Zúñiga.
Dejar de huir y retomar el camino de la revolución: si no, será muy difícil
recuperar el acompañamiento popular.
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