Con
gestos ampulosos, buen manejo mediático de mensajes tan ambiguos que cada uno
puede interpretarlos como desee, el jesuita Jorge Bergoglio –devenido en
Francisco- sigue coqueteando y seduciendo a círculos progresistas dentro y
fuera de la Iglesia
Católica.
Aram Aharonian – Question Digital
En el marco del reciente Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Francisco indicó que el mismo respondía “a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo”, y añadió: “Es extraño, pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista (…) No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio”. Y (casi) todos aplaudieron.
Lo cierto es que Bergoglio apenas parafraseó a a Hélder Cámara, pero a diferencia del brasileño no hace preguntas incómodas. Lejos está de la llamada teología de la liberación, ya que en su enfoque no habla de clase oprimida y clase opresora. Pareciera que para él eso no importa: basta con un ambiguo “trabajar juntos por el bien de todos”.
Contrariamente a la teología de la liberación, él opta no por el empoderamiento de los pobres sino su tutelaje; ignora sus predicamentos más radicales, coopta su potencial y neutraliza lo más subversivo, señala el polaco Maciek Wisniewski. “Su afán es cooptar, no cooperar; neutralizar, no impulsar; disciplinar y meter los movimientos y gobiernos progresistas a su redil”.