26 de octubre de 2015

Sólo nos queda seguir construyendo alternativas (por izquierda)

Argentina - Sobre las elecciones del pasado domingo 26/10.

No resulta del todo correcto analizar un resultado electoral desde las mismas elecciones. Creo que en todo caso el resultado es el final de un proceso, de un tiempo de aciertos y errores, de un enemigo que trabaja en varios frentes y en uno de los que trabaja es en solaparse, en esconderse, en vestirse de “popular” y ofrecer “seguridad”, para algunos la seguridad del trabajo, para otros la seguridad de sus bienes personales. Discursos, que calan hondo.

Nunca apoye el proceso del llamado Kirchnerismo. Hace mucho que aprendí que los cambios nunca podrán venir de peronismo. Entiéndase por cambios los de fondo, los que afectan la estructura social, económica y política de una nación. Lo otro, si quieren los vividos en los último doce años, son reformas, que aunque algunas de ellas le hacen la vida más llevadera a una parte de la población –incluyo una parte de los más desprotegidos- nunca son construidos sobre suelos firmes, con bases sólidas y futuros largos.

Por eso siempre tuve la certeza de que el kirchnerismo le hacía daño a una Argentina que salía del 2001 con una enorme crisis política propicia para animarnos a buscar salidas de fondo, no por la movilización de las inservibles capas medias de Capital Federal –espejo de aquellos días- sino porque la retirada de la Alianza era debido a que el edificio de gobernabilidad se venía abajo, arrastrando una veintena de muertos.
La derecha quiso maniobrar con Eduardo Duhalde, pero no pudo y en poco tiempo, particularmente en Avellaneda con la represión y el asesinato de los inolvidables compañeros Kosteki y Santillán, mostró que podía maniobrar con otros personajes de la política local, y los tiempos se le adelantaron a Néstor Kirchner.

Los primeros años fueron de señales importantes que respondían al “que se vayan todos”, pero progresivamente se fueron mezclando hechos profundos (de cambio) como el acto en Mar del Plata, que enterró al ALCA, con medidas que no se correspondían a ese camino. Pero en realidad, desde mi visión, experiencia y lo aprendido en la vida y en algunos libros, tenía una sensación firme que el kirchnerismo estaba destrozando a una unidad popular en ciernes, que podría ser un camino que se abría después de la crisis.

Néstor Kirchner ganó la batalla en el peronismo y lo pasó a comandar: esa mezcla de progresismo aséptico y peronismo - expresión populista del capitalismo-, resultó un cóctel demasiado peligroso. En política sufrimos la peor de las derrotas, el progresismo adhirió a la propuesta de Néstor Kirchner y se dejó arrastrar a un transversalidad que no era tal y fue deglutido. Demostrando una vez más que no es lo mismo progresismo que revolución.

Cuál fue el resultado de la falta de correspondencia entre los discursos y los hechos, una nueva frustración del progresismo que lleva en sus entrañas el germen de sus fracasos –el temor a los cambios de fondo-, pero también una nueva frustración de los sectores populares, de los trabajadores, de los movimientos sociales que no dejaron –ni dejan- de luchar por sus reivindicaciones, por que creyeron en el kirchnerismo como una alternativa valedera.

Mientras parte de la militancia creía en el cambio impulsados por la “transversalidad” ficticia se instalaba en el país una economía extractivista, aliada a intereses monopólicos, los de siempre –los yanquis, ingleses, alemanes- o los nuevos –China, Rusia, etc.-. El gobierno se peleaba con los fondos buitres, pero se endeudaba con otros y le abría las puertas a la Barrick Gold (y similares), a Monsanto, al fracking y Chevrón, etc.

No está claro si el número de pobres bajaba o se modificaba lo que es “ser pobre”. Mi experiencia militante me muestra que gobiernos municipales del tipo de Mussi (55% de los votos) esconde, con palmeras y baldosas de colores, villas donde se vive indignamente, donde el Estado parece administrar la muerte, lugares donde crea basurales a cielo abierto o permite que las industrias nos contaminen diariamente con sus vertidos en los arroyos, todo porque los negocios priman sobre cualquier otra política posible. Nada de popular tiene la política de un gobierno que paradójicamente resulta mayoritario en las urnas. Discursos que calan hondo decíamos.  

La represión policial crece sostenidamente, en relación directa e indirecta, como la cantidad de policías que emergen día a día (particularmente en la provincia de Buenos Aires). Los jóvenes pobres son perseguidos y encarcelados. La trata de mujeres crece siendo uno de los negocios que solo puede funcionar con la complicidad de funcionarios políticos y policiales, mientras las propias autoridades de suman en el reclamo de ni una menos hay casi un millar de mujeres desaparecidas. López todavía nos espera.

Las decisiones kirchneristas nos llevaron a las puertas de un gobierno de derecha. El de Scioli, hijo político de Carlos Menem y Eduardo Duhalde, conservador por convicción que la noche del domingo dejó a su gente (la que vino de los barrios) llorando en el Luna Park y no salió a enfrentar la realidad, o el de Macri expresión de la nueva derecha que impulsan los yanquis para este continente Latinoamericano, donde lo pueblos van encontrando alternativas nuevas, propias, diferentes, para crecer y avanzar zigzagueando y ver si puede llegar primero a independizarse, después a crear bases anticapitalistas de desarrollo y después inventar un socialismo que responda a la época, con bases marxistas, que son inalterables. Macri es por su discurso, su figura y su pertenencia social el Capriles (Venezuela) de nuestro país. Pero Scioli no está lejos de Leopoldo López también de tierras bolivarianas.

En definitiva, los hechos políticos dejaron (trampa de las elecciones primarias de por medio) un escenario en donde el pueblo peronista, progresista, confundidos, atormentados por el poder mediático, tenga para elegir un presidente entre tres expresiones de la derecha. Tres grupos que al margen de los resultados llegaron para quedarse. La realidad es que estos cosecharon el 92% de los votos (el 72% del padrón).

Ahora bien, ¿ese 92% de ciudadanos que votaron estas opciones, son todos de derecha? de ninguna manera. Hay allí reservas democráticas, seguro, hay allí quienes quieren vivir en un país más justo, seguro y quienes pusieron su tiempo, su capacidad y su militancia al servicio de una mentirosa integraciones transversal, que los dejó engrampados en una fórmula presidencial que nos los representa.

Entonces si esta gente terminó votando a Scioli, Macri y Cía ¿donde estuvo mirando la izquierda, los antiimperialistas? Quizás el resultado electoral de este 25 de octubre sea un golpe en la cabeza a quienes se dejaron arrastrar por reformas que tienen poco tiempo de vida. Y ojala sea también un impulso para la izquierda marxista, la que si bien no arrastraron, no supo -no supimos-, no quisimos o no pudimos hacer nada para no solo mantener nuestras convicciones sino también para ponerlas en movimiento, juntos, aprendiendo de una vez por todas lo que nos enseña la historia.

Los de izquierda no podemos mirar para otro lado, somos también responsables de que el país este ante la diyuntiva de conservadorismo o fascismo moderno. Dejar de lado las mezquindades y entender lo que la coyuntura demanda, ser más inteligentes y más generosos políticamente hablando. Tenemos una enorme deuda y es esta quizás una nueva oportunidad de comenzar a saldarla.  


Espero escuchar las autocríticas, podría ser el inicio de algo a construir que honre a los caídos del 2001, a Maxi y Dario, a Jorge J. López, Mariano Ferreyra y Luciano Arruga. Una construcción que nos ponga de pie contra las derechas, las nuevas y las viejas.

Ernesto Salgado

Colectivo Somos los que Estamos

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