Las cenizas de Fidel ya están depositadas en el cementerio
de Santiago, la cuna de la
Revolución cubana. Ya van bajando las voces de quienes
quisieron y pudieron escribir lo que les surgía de lo más profundo de sus
entrañas. Ya sacamos los crespones rojos de la puerta de entrada de nuestra
casa. Quizás sea este silencio el que nos permita recordar a cada uno, en la
intimidad, lo que sentía, siente y seguirá sintiendo hacía un grande de la
revolución latinoamericana del siglo XX que se prolongó ya entrado el XXI.
Y eso fue Fidel, su revolución, su aventura en la Cuba de Batista, su arrojo,
su decisión, un revolucionario que subió junto con el Che y Camilo al pedestal
de Martí, Maceo, Bolívar, Miranda, Moreno, Belgrano y San Martín.
En estos días en que la estrategia del imperialismo es
mezclar todo, que habla del neoliberalismo como si fuera una doctrina económica
y esconde que es la forma que el capitalismo adquirió en estos últimos 30 años
para someternos, en el mundo y en la Argentina también.
Es en estos días recordar que se nos fue, solo físicamente,
un REVOLUCIONARIO nos obliga a superar el dolor, y no lo digo como frase hecha
porque lo que siento es dolor, y esforzarnos en bucear en sus enseñanzas, en
sus aciertos y en sus errores, para hacer honor a la consigna que acuñó el
pueblo cubano en estos días ¡¡Yo soy Fidel!!
Ese Fidel que en vida dejó sentado que no quiere monumentos,
ni mausoleos, ni ciudades, plazas, calles o edificios públicos con su nombre,
porque recordando a Martí el líder de la Revolución Cubana
solía repetir que “Toda la Gloria del Mundo cabe en un
grano de maíz”.
Chau Fidel,
cuando se van los seres que uno tiene cerca se lo extraña todos los días, toda
la vida. Cuando se van los que nos marcaron el camino de la revolución, que no
siempre supimos seguir, se lo extraña a la hora de buscar respuestas.
Ernesto Salgado
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