Los revolucionarios de todo el mundo hoy recordamos el
asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes
en Bayamo, provincia de Granma.
El no tan recordado asalto al cuartel Carlos Manuel de
Céspedes, ese mismo 26 de julio de 1953, tuvo como objetivo desviar la atención
del gobierno de Batista para evitar el envío de refuerzos desde Bayamo hasta la
ciudad de Santiago de Cuba, donde estaba ubicado ese bastión militar que era el
Moncada y que en simultaneo estaba siendo atacando por Fidel Castro y el grueso
de sus guerrilleros heroicos.
El asalto a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes y
Moncada no constituye el asalto a una fortaleza para alcanzar el poder con la
acción de un centenar de hombres sino el primer paso de un grupo de jóvenes,
dispuestos a luchar hasta lograr el sueño revolucionario de Martí en Cuba,
pensando en hacer realidad -desde el norte- el sueño de la Gran Patria
Latinoamericana de Bolívar, Sucre, Miranda, Manuela Saenz, San Martín,
Belgrano, Monteagudo y tantos otros.
La acción llevada a cabo por esos jóvenes revolucionarios no
tenía el propósito de buscar un triunfo fácil, sin masas, sino que constituyó
una acción de sorpresa para desarmar al enemigo y armar al pueblo, a fin de
emprender con éste la acción revolucionaria armada.
Así empezó Fidel su alegato en el juicio por el asalto al Moncada:
Señores magistrados:
“Nunca un abogado ha
tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones: nunca contra un
acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro,
son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera
ver el sumario y, como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado
en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas
las prescripciones humanas y legales”.
“Quien está hablando
aborrece con toda su alma la vanidad pueril y no están ni su ánimo ni su
temperamento para poses de tribuno ni sensacionalismo de ninguna índole. Si he
tenido que asumir mi propia defensa ante este tribunal se debe a dos motivos.
Uno: porque prácticamente se me privó de ella por completo; otro: porque sólo
quien haya sido herido tan hondo, y haya visto tan desamparada la patria y
envilecida la justicia, puede hablar en una ocasión como ésta con palabras que
sean sangre del corazón y entrañas de la verdad”.
Y así lo terminó:
En cuanto a mí, sé que
la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas,
de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del
tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa,
La historia me absolverá.
Así empezó la principal revolución moderna de nuestro
continente, así se continuó con el largo camino de Bolívar, San Martín y Martí,
en el que ya estaban marchando Raúl, Camilo y el Che. Así se prendió la
antorcha que aún sigue iluminando la utopía de la patria grande.
Sin dudas, el ataque al Moncada marcó un hito histórico,
generacional y revolucionario para todo el continente.
Hay una América Latina antes y otra después del asalto al
Moncada. Este ejemplo tiene aún plena vigencia en todo el continente.
Gloria a los caídos en
Moncada.
Viva el 26 de julio
Colectivo Somos los que estamos
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