(Venezuela) - Lo sucedido el domingo 6 de diciembre en Venezuela es
trágico y también aleccionador. La que perdió fue la revolución chavista en
manos del capitalismo que ha vuelto a demostrar que no se detienen en utilizar
todo su poderío mediático y manipulador, a la vez que pone en movimiento todos
los instrumentos necesarios, nacionales e internacionales, para lograr sus
objetivos.
En enero y febrero de 2014 el fascismo apeló a la acción
violenta que produjo 43 muertos y no logró sus objetivos. Por ello Leopoldo López, autor intelectual de la intentona, está condenado a 16 años de prisión,
aunque la prensa internacional y algunos
gobiernos o dirigentes del mundo lo convirtieron en un héroe de la resistencia
al “comunismo de Chávez”. No puedo dejar de recordar, lo que muchos olvidaron,
que López buscó refugio en el gobierno para que ante el fracaso de la asonada
asesina no fueran sus propios cómplices los que le quitaran la vida para
intentar seguir con la provocación.
Fracasado en parte ese intento, la derecha no se amilanó e
intensificó su campaña de desabastecimiento y sabotaje que fueron acompañados
con la desaparición de muchos productos esenciales de la canasta familiar.
Acción esta que perjudica a los que menos tienen.
Maduro, el verdadero responsable de la derrota, no entendió
que con el capitalismo no hay medias tintas, que para hacer una revolución hay
que ir hasta el hueso, que si te quedas a mitad de camino el capitalismo, que
es más poderoso, se recompone y viene por todo.
A las guarimbas y asesinatos de inicio de 2014 Maduro le
quiso responder con políticas de brazos abiertos, acuño un falso concepto de
paz, llamó a los capitalistas a que recapaciten y no le hagan daño al pueblo. A
los asesinos “los llamó a tomar café al Palacio de Miraflores”, de donde Chávez
los había echado.
En sus medidas, puertas adentro del gobierno, fue
progresivamente desplazando a sus mejores colaboradores, a los hombres y
mujeres que venían de la época de Chávez, los reemplazó por “medias tintas” que
pudieran acompañarlo en su política de “dialogo y paz”. Maduro, que suele nombrar
constantemente a Bolívar, poco aprendió de las enseñanzas de El Libertador sobre
que se hace con los traidores y enemigos del pueblo y como se protege a sus
mejores hombres.
Venezuela cayó en un pozo complicado, falta de medidas
enérgicas para contestar a lo que llamaron “guerra económica”, es decir al
desabastecimiento generado por la derecha proyanqui y su consecuente realidad
inflacionaria. No dieron respuesta a los problemas que se fueron generando.
No se puso en marcha el Plan de la patria, los cinco puntos
que dejó Chávez para dar un salto fundamental en el camino de la revolución, siempre
consciente de que un pueblo no es revolucionario hasta que se termina la
revolución. Ese pueblo, antes actúa de acuerdo a las necesidades cotidianas,
necesidades que no pueden soportar que falten alimentos, que se vacíen las
góndolas, que se aumente sideralmente los precios. No se le puede pedir al
pueblo, en proceso de formación, que acepte que para que el sueldo alcance deba
realizar 10 horas de cola en los mercados estatales, mientras miran la inacción
pasmosa del gobierno para pararles la mano a los especuladores.
Estos comentarios también deben ser acompañados con que un 42%
de los votantes si entendieron que la salida no era por derecha sino
profundizando el proceso chavista y votaron al PSUV, de la misma manera que
aproximadamente un 10%, creyó que se podía buscar por otro lado y le “prestó”
sus votos a la oposición, para castigar la inacción de un gobierno paquidérmico,
que en nada les hace recordar a la etapa de su Comandante Eterno. Más de un
millón de votantes que pertenecieron o pertenecen aún al chavismo no fueron a
votar. A pesar de ello el intrincado sistema electoral venezolano le dio amplia
mayoría a la derecha.
El castigo, que no es solo fue castigo, llevo a que la
llamada Mesa de Unidad Democrática logre los 2/3 de la Asamblea Nacional.
Ahora podrán censurar a los ministros del Ejecutivo y lograr su remoción. Podrán
alcanzar una ley de amnistía y liberar a los golpistas y asesinos que llaman
presos políticos. Lograron la cantidad de diputados suficientes para remover
las Leyes Orgánicas, y por ellos los golpistas de Fedecámaras ya se lanzaron a
reclamar que se anule la Ley Orgánica
del Trabajo, una verdadera conquista de los trabajadores venezolanos.
La derecha fascista venezolana no quiere llegar al
revocatorio presidencial (a mitad del año próximo) antes quieren voltear a Nicolás
Maduro, por eso es de prever que utilizaran su mayoría parlamentaria para crear
dificultades en otros poderes como el Judicial o la Comisión Nacional
Electoral. No es de esperar un escenario de juego limpio.
Pero, los hijos de Chávez tienen mucho para defender, las
viviendas que les entregó la revolución, la atención médica universal, el
analfabetismo cero, la disminución geométrica de la pobreza y la miseria. Ese
pueblo seguro que sabe defender las Misiones, esa creación de Chávez para
eludir la burocracia y avanzar con los cambios.
Capriles, yo todavía no cantaría victoria, el pueblo de Chávez
tiene reservas, tiene cuadros, tiene pasado de lucha y conquistas que defender y
sabrá hacer lo que se deba con los dirigentes que no estén a la altura de las
circunstancias, para crear los mecanismos de defensa necesarios para impedir
que la derecha pueda dar un paso más.
A los Macri del mundo, que hoy festejan con champán, no se
descuiden, esperen, si quieren sigan conspirando como lo han hecho hasta ahora,
pero sepan que la cosa no será tan fácil, Chávez sembró ideas y seguro que el
pueblo venezolano cosechará cambios.
Colectivo Somos los que Estamos
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