11 de diciembre de 2015

La derecha acosa y la izquierda aún mira para otro lado

Ni la democracia representa a los pueblos,
ni la legalidad significa Justicia.
Vicente Feliú
(cantautor cubano)



Ya asumió Mauricio Macri. Terminó el vergonzoso show mediático sobre a qué hora terminaba el mandato de la presidenta saliente y empezaba el entrante, quien aún no podía asumir porque debía jurar. Se llegó al ridículo de hablar de un presidente por 12 horas al que se lo denominó “Presidente Cautelar”. Hechos de “enorme envergadura” (por Dios), acompañados de dónde se entregaban los atributos monárquicos (la banda y el bastón), que aún subsisten como demostración de la buena democracia burguesa que somos.

Cristina Fernández no quería salir en la foto con Mauricio Macri y Cambiemos se lo sirvió en bandeja con la presentación de una absurda cautelar, que la “Chuchi” Servini de Cubria aceptó para tener un palco preferencial en el teatro de comedia. Quizás Macri tampoco quería esa foto (a la hora de fantasear, en un país irreal, todo es posible).

La Constitución, una vez más, sirvió para que sea interpretada de diversas maneras, dejando de lado el sentido común, que no está escrito en las leyes pero tienen enorme valor institucional. O debería tenerlo.


El fallo de la Jueza Federal Servini de Cubría es una reafirmación de que la Justicia burguesa está al servicio de su clase. Atentando siempre contra los intereses populares. Los jueces federales son la punta de lanza de los intereses imperiales. Esto es así desde que Carlos Menem creó el fuero. ¿O recién nos enteramos ahora?


Pero vayamos del palacio, a la calle. Cristina Kirchner se fue con un acto realmente magnífico que reafirma su inserción popular, pero también agiganta el interrogante que planteamos en artículos anteriores: ¿por qué eligió a Aníbal Fernández y Daniel Scioli para la contienda electoral?


Sigamos en la calle. Después de todo, Macri se dio el gusto de pasearse en un auto descapotado por la Avenida de Mayo, con gente que lo vivaba, y salir al balcón a saludar a su gente. Menos que la que juntó Cristina, pero no poca, una demostración de la inserción y el sector social de una y otro.

Las calles del 9 y el 10 no deben perderse de vista a la hora de pensar como serán los próximos meses. La primera pregunta que surge es: ¿el peronismo estará dispuesto a poner el acento en defender las conquistas sociales o su preocupación seguirá puesta en defender, casi idolatrar, a la lideresa retirada?

En fin, para cualquier pulseada se necesitan dos. Y aquí se cruzaron dos personas que se sienten dueña y dueño de la verdad y que no estaban dispuestos a ceder nada. Por eso, señoras y señores, se levantó el telón. Y hubo show.

Pero, Presidenta y Presidente, Cristina y Mauricio, la realidad está en otro lado, somos millones que no participamos del espectáculo y como exigimos ayer, hoy vamos a cuidar lo alcanzado y seguir reclamando, porque es mucho lo que falta. Como también son miles los que estuvieron en la calle y no se chupan el dedo.

Es verdad que el país nunca estuvo tan a la izquierda, es así a la hora de pasar lista a las conquistas sociales y a la política latinoamericanista –interesantes pero insuficientes-. 


Pero tampoco debemos olvidar que nunca antes la derecha extrema –lugar donde se corrió ahora el péndulo- llegó al gobierno con el voto de la gente.

Y es que ambos hechos -aparentemente contradictorios- no fueron obra de la casualidad, sino que respondieron a realidades sociales muy concretas.

¿Alguien se podía imaginar un gobierno muy diferente al de Néstor K. después del 2001 y los asesinatos de Kosteki y Santillán en el Gobierno de Duhalde había espacio para otra cosa?

Y ahora, después de tanta ofuscación de los sectores medios y medios bajos, con un gobierno que entraba en el tobogán económico, sacudido por una creciente inflación, que no escuchaba sino aturdía con discursos de una soberbia pocas veces vista en la conducción del país. Y todo mientras la gente reclamaba otra cosa. Así, no es  tan loco pensar que podía surgir un Macri, cuando del otro lado estaba Scioli, tan de derecha como él, atenazado con un compromiso que no quería ni creía.

Sabemos, lo dijimos siempre, que el gobierno de Cristina no fue la panacea. Nunca estuvimos tan mal en temas como el ambiental. Se entregó nuestra minería y pasó a reinar la Barrick Gold. Se recuperó YPF pero se le dio la explotación de Vaca Muerta a Chevron (no quiere decir esto que estemos de acuerdo con la explotación no convencional de los hidrocarburos). Se le abrieron las puertas de par en par a Monsanto y la soberanía alimentaria pasó a ser un tema de batalla. 

Mientras tanto, los aborígenes siguen perdiendo sus tierras. La salud pública, particularmente en la provincia de Buenos Aires, está al borde de la emergencia. Con Lino Barañao, ministro de Ciencia y Tecnología de los K y ahora de Macri, se ejecutó el desguace del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).

Según la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, 3070 personas fueron asesinadas por el represión estatal durante las gestiones kirchneristas (2003-2015). Las policías provinciales, los servicios penitenciarios y la Policía Federal son los principales responsables, y la cifra representa el 65 por ciento del total de los casos de violencia institucional desde la vuelta de la democracia.


A pesar de todo esto, lo que viene es peor. Los que vienen tras el pasito de baile torpe de Macri en el balcón histórico representan a lo más rancio de la oligarquía y los grandes capitales, las medidas tomadas -y peor aún las enunciadas- nos están mostrando lo que se viene.

La devaluación y por ende el aumento significativo de los precios de la canasta familiar es un hecho, quizás la próxima semana ya la empecemos con un dólar alrededor de los 18 pesos. Los fondos buitres ahora serán amigos y los dólares que les faltan para tranquilizar al campo, abrir el cepo y joder a los industriales argentinos, van a ser prestado en principio por bancos de EE.UU. y España. China aportará algunos millones más. Una pinturita de entrega.

Es esta Argentina esquizofrénica, donde socialmente estamos mejor pero la presencia de las multinacionales no se afectó. En esta Argentina, novia querida y cuidada, sólo queda construir un camino: el de la unidad antiimperialista, sin mezquindades, falsas mayorías y arrogancias de quién representa mejor a los sectores populares. Construir no pensando en siguientes elecciones, sino para enfrentar a la derecha que viene por la revancha, porque el imperio siempre quiere tener todo.


Colectivo Somos los que estamos

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