12 de junio de 2015

Una reflexión sobre nuestro pasado

Sin ser un fanático, me gusta el buen fútbol. No soy cabalero pero respeto los símbolos que este deporte nos legó a lo largo de década.

A lo largo de mi vida (que no es corta por cierto) y en algunos momentos con más pasión que en otros siempre seguí este deporte y por lo tanto gocé y sufrí con mi equipo y como todo argentino también con los seleccionados nacionales. Tengo ídolos, mas allá de que algunos de ellos no son exactamente ejemplos para seguir. Como buen futbolero, en definitiva, me dispuse a seguir la Copa Sudamericana, quizás buscando una revancha al mundial, que en Brasil se nos escapó de las manos.

Pero el jueves (11 de junio)  no pude ver la fiesta de apertura en el Estadio Centenario de Chile. No pude mirarlo, no podía dejar de pensar que ese estadio fue el principal campo de concentración de la dictadura fascista de Pinochet. Saltó en mi recuerdo que allí, soldados convertidos en animales, mataron a Víctor Jara.


Víctor Jara, cantautor revolucionario e integrantes de la Juventudes Comunistas Chilenas fue brutalmente torturado y asesinado el 16 de septiembre de 1973 por los esbirros pinochetistas en algún rincón oscuro de este estadio, previamente le habían destrozado las manos con su guitarra.

Entonces te acordás que el 11 de septiembre de 1973 Salvador Allende, presidente del primer Gobierno socialista del mundo que llegaba al poder por la vía de las elecciones, fue derrocado por un golpe de Estado fascista encabezado por Augusto Pinochet que durante 17 años persiguió, encarceló y mato a miles de chilenos.

La dictadura militar implantó un régimen de terror y violencia que según cifras estadísticas mató a 3.500 personas y torturó a cerca de 80.000. Además, alrededor de de 200.000 chilenos fueron expulsados o buscaron exilio en el extranjero.

Diversos fueron los centros de tortura en los cuales la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta del Gobierno trasandino, perpetró atroces métodos de extorsión para no solamente flagelar físicamente a sus víctimas, sino que también atormentar sus almas.

El principal escenario deportivo del país, el Estadio Nacional de Santiago, no fue ajeno a la violencia y como en el Coliseo Romano en él se derramó sangre del pueblo, tanto en su campo de juego como en sus tribunas. Tras el golpe y por un período de dos meses transitaron por sus instalaciones miles de personas detenidas, de las cuales muchas de ellas aún no se conoce su destino.

Los camarines y oficinas, de ese complejo deportivo, fueron los lugares de interrogatorios, torturas y fusilamientos. Quienes sobrevivieron a estos hechos cuentan que la muerte rondaba en cada centímetro del estadio.

Así como la ESMA se convirtió en el símbolo de las atrocidades que cometió la dictadura militar argentina, ¿no debería ser el Estadio Nacional Víctor Jara (así se llama ahora) un lugar para la memoria de los caídos y de miles de luchadores?¿No son estos lugares símbolos de todos los latinoamericanos que sufrimos un plan orquestado en común por todas las fuerzas armadas del continente, bajo la dirección del imperialismo yanqui? No alcanza con que en las tribunas del estadio haya un lugar vacío que recuerda a las victimas, lugar del que el periodismo ni habla y desconocen de su existencia los millones de latinoamericanos que miran los partidos.

No se, quizás se me mezclan las cosas. Pero las nuevas generaciones no pueden dejar de conocer lo que pasó allí y lo que nos pasó a todos en esos años de angustia y dolor. Porque con lucha los sacamos, con lucha y memoria no pueden volver NUNCA MÁS.



Ernesto Salgado
Integrante del colectivo Somos los que estamos

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