Sin ser un fanático, me gusta el buen fútbol. No soy
cabalero pero respeto los símbolos que este deporte nos legó a lo largo de
década.
A lo largo de mi vida (que no es corta por cierto) y en
algunos momentos con más pasión que en otros siempre seguí este deporte y por
lo tanto gocé y sufrí con mi equipo y como todo argentino también con los
seleccionados nacionales. Tengo ídolos, mas allá de que algunos de ellos no son
exactamente ejemplos para seguir. Como buen futbolero, en definitiva, me
dispuse a seguir la
Copa Sudamericana , quizás buscando una revancha al mundial,
que en Brasil se nos escapó de las manos.
Pero el jueves (11 de junio)
no pude ver la fiesta de apertura en el Estadio Centenario de Chile. No
pude mirarlo, no podía dejar de pensar que ese estadio fue el principal campo
de concentración de la dictadura fascista de Pinochet. Saltó en mi recuerdo que
allí, soldados convertidos en animales, mataron a Víctor Jara.
Víctor Jara, cantautor revolucionario e integrantes de la Juventudes Comunistas
Chilenas fue brutalmente torturado y asesinado el 16 de septiembre de 1973 por
los esbirros pinochetistas en algún rincón oscuro de este estadio, previamente le
habían destrozado las manos con su guitarra.
Entonces te acordás que el 11 de septiembre de 1973 Salvador
Allende, presidente del primer Gobierno socialista del mundo que llegaba al
poder por la vía de las elecciones, fue derrocado por un golpe de Estado fascista
encabezado por Augusto Pinochet que durante 17 años persiguió, encarceló y mato
a miles de chilenos.
La dictadura militar implantó un régimen de terror y
violencia que según cifras estadísticas mató a 3.500 personas y torturó a cerca
de 80.000. Además, alrededor de de 200.000 chilenos fueron expulsados o
buscaron exilio en el extranjero.
Diversos fueron los centros de tortura en los cuales la Dirección de
Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta del Gobierno trasandino,
perpetró atroces métodos de extorsión para no solamente flagelar físicamente a
sus víctimas, sino que también atormentar sus almas.
El principal escenario deportivo del país, el Estadio
Nacional de Santiago, no fue ajeno a la violencia y como en el Coliseo Romano en
él se derramó sangre del pueblo, tanto en su campo de juego como en sus
tribunas. Tras el golpe y por un período de dos meses transitaron por sus
instalaciones miles de personas detenidas, de las cuales muchas de ellas aún no
se conoce su destino.
Los camarines y oficinas, de ese complejo deportivo, fueron
los lugares de interrogatorios, torturas y fusilamientos. Quienes sobrevivieron
a estos hechos cuentan que la muerte rondaba en cada centímetro del estadio.
Así como la
ESMA se convirtió en el símbolo de las atrocidades que
cometió la dictadura militar argentina, ¿no debería ser el Estadio Nacional Víctor
Jara (así se llama ahora) un lugar para la memoria de los caídos y de miles de
luchadores?¿No son estos lugares símbolos de todos los latinoamericanos que
sufrimos un plan orquestado en común por todas las fuerzas armadas del
continente, bajo la dirección del imperialismo yanqui? No alcanza con que en
las tribunas del estadio haya un lugar vacío que recuerda a las victimas, lugar
del que el periodismo ni habla y desconocen de su existencia los millones de
latinoamericanos que miran los partidos.
No se, quizás se me mezclan las cosas. Pero las nuevas
generaciones no pueden dejar de conocer lo que pasó allí y lo que nos pasó a
todos en esos años de angustia y dolor. Porque con lucha los sacamos, con lucha
y memoria no pueden volver NUNCA MÁS.
Ernesto Salgado
Integrante del colectivo Somos los que estamos
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