A casi 90 días de iniciada la cuarentena el panorama en
el país es cada vez más oscuro o al menos no se aclara.
El Covid-19 ha demostrado ser un virus de fácil contagio
aunque aún la letalidad, con medidas apropiadas de por medio, sea relativamente
baja. Lo que estaría indicando que las acciones para evitar su expansión deben
seguir siendo severas y es de esperar que el Gobierno no ceda a la presión que
recibe de quienes aún no lo entienden así o lo que es peor de los que
aprovechan la grave situación para desplegar un plan de enfrentamiento a
cualquier medida de corte progresista por leve que esta sea.
Obviamente, un Gobierno que vacila cuando se trata de
aplicar medidas socio-económicas que afecten a los sectores de poder y se deja
presionar por la reacción que siempre usa como mascarón de proa a la nefasta
pequeña burguesía, terminando mostrando sus limitaciones de clase.
Vicentin es un ejemplo, dudaron en ir a una
nacionalización con participación obrera en el control de la empresa, se quedaron
poco ante que en el medio y apenas la intervinieron (al menos por ahora). Y
aunque lo haya hecho sin mucho aviso previo igual le dio tiempo a los enemigos
del pueblo a que reaccionen, apelando a sentimientos pueblerino, impulsados por
la oligarquía, en Avellaneda (Santa Fe) o Reconquista y negociando para llegar
apenas a una intervención para “sanear” la empresa, a cambio de no avanzar con
la nacionalización.
Ya lo mismo hizo con el “aporte” -por única vez- de las
grandes fortunas para poner migajas en la ayuda al combate contra el Covid.
Pasaron varias semanas y no hay miras del tratamiento del proyecto en el
Congreso de la Nación.
Mientras tanto crece la miseria, crece el hambre, crece
la desocupación, crece el contagio en los barrios populares, crece la desazón
del pueblo trabajador. Mientras por otro lado los sectores medios salen a
correr por las calles de la Ciudad de Buenos Aires porque deben considerar que
“consiguieron su libertad y se aleja el peligro del comunismo chavista”.
Boludos si los hay.
Ahora bien, parados en este relato hay que preguntarse
cuáles son los riesgos sociales y políticos. Hacia donde puede ir el país si
este gobierno populista, neodesarrollista y extractivista llega a ser jaqueado
y no por un movimiento popular, de izquierda o al menos progresista, sino por
la derecha. Esta escenario nos llevaría a un gobierno neofascista, donde el
macrismo sería un nene de pecho. De ser así nos espera la experiencia de
Brasil, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Colombia o Ecuador. Porque ahora cuando se salga por derecha se
sale por la puerta del neofascismo.
No estoy diciendo que paren los reclamos, las movilizaciones
o las luchas por lo derechos, todo lo contrario. Lo que estoy pidiendo es una
direccionalidad y un esfuerzo mayor por la creación un centro de coordinación
que nos encolumne, sensatamente, tras objetivos precisos donde el Gobierno deje
de ser el enemigo principal, para que ese lugar lo ocupe la derecha, el
capitalismo, los monopolios.
Claro para eso se necesita debate, abandonar el concepto
de vanguardismo, escuchar otras propuestas aunque no sean de izquierda y
difieran ideológicamente con algunas ideas fundacionales de otros sectores,
buscar acercamiento. Ubicar al enemigo
principal.
Esto no significa hacer concesiones de principios, sino
ir paso a paso, pensar en la enorme masa de argentinos que están desorientados
por falsos conceptos de que es lo popular. Encontrar caminos conjuntos para
hablarles a ellos y convocarlos a una respuesta común tanto ante cada
reivindicación de derechos vulnerados, como ante una alternativa de fondo.
La
hora reclama tener claro que si salimos divididos de esta situación social,
sanitaria y económica, podemos terminar en el neofacismo.
Yo me permito recordar que fascismo no es cualquier
movimiento conservador o fenómeno autoritario. Recordando a Gramsci
podemos decir que lo que caracteriza al proyecto autoritario del fascismo está
en la capacidad de abrir nuevas trincheras para la tarea de controlar las masas.
Por eso y hablando con categorías gramscianas para el movimiento popular se
trata de lograr: más fuerza y más hegemonía, para impedirlo y avanzar.
En este momento, a mi parecer, la cuestión pasa por
demostrar capacidad de juntarnos con amplitud y modestia para enfrentar a la
reacción, actué donde actué.
Ernesto Salgado
11/06/2020
11/06/2020
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