13 de junio de 2020

El riesgo del salir por la puerta del neofascismo




A casi 90 días de iniciada la cuarentena el panorama en el país es cada vez más oscuro o al menos no se aclara.

El Covid-19 ha demostrado ser un virus de fácil contagio aunque aún la letalidad, con medidas apropiadas de por medio, sea relativamente baja. Lo que estaría indicando que las acciones para evitar su expansión deben seguir siendo severas y es de esperar que el Gobierno no ceda a la presión que recibe de quienes aún no lo entienden así o lo que es peor de los que aprovechan la grave situación para desplegar un plan de enfrentamiento a cualquier medida de corte progresista por leve que esta sea. 

Obviamente, un Gobierno que vacila cuando se trata de aplicar medidas socio-económicas que afecten a los sectores de poder y se deja presionar por la reacción que siempre usa como mascarón de proa a la nefasta pequeña burguesía, terminando mostrando sus limitaciones de clase.


Vicentin es un ejemplo, dudaron en ir a una nacionalización con participación obrera en el control de la empresa, se quedaron poco ante que en el medio y apenas la intervinieron (al menos por ahora). Y aunque lo haya hecho sin mucho aviso previo igual le dio tiempo a los enemigos del pueblo a que reaccionen, apelando a sentimientos pueblerino, impulsados por la oligarquía, en Avellaneda (Santa Fe) o Reconquista y negociando para llegar apenas a una intervención para “sanear” la empresa, a cambio de no avanzar con la nacionalización.

Ya lo mismo hizo con el “aporte” -por única vez- de las grandes fortunas para poner migajas en la ayuda al combate contra el Covid. Pasaron varias semanas y no hay miras del tratamiento del proyecto en el Congreso de la Nación.

Mientras tanto crece la miseria, crece el hambre, crece la desocupación, crece el contagio en los barrios populares, crece la desazón del pueblo trabajador. Mientras por otro lado los sectores medios salen a correr por las calles de la Ciudad de Buenos Aires porque deben considerar que “consiguieron su libertad y se aleja el peligro del comunismo chavista”. Boludos si los hay.

Ahora bien, parados en este relato hay que preguntarse cuáles son los riesgos sociales y políticos. Hacia donde puede ir el país si este gobierno populista, neodesarrollista y extractivista llega a ser jaqueado y no por un movimiento popular, de izquierda o al menos progresista, sino por la derecha. Esta escenario nos llevaría a un gobierno neofascista, donde el macrismo sería un nene de pecho. De ser así nos espera la experiencia de Brasil, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Colombia o Ecuador. Porque ahora cuando se salga por derecha se sale por la puerta del neofascismo.

No estoy diciendo que paren los reclamos, las movilizaciones o las luchas por lo derechos, todo lo contrario. Lo que estoy pidiendo es una direccionalidad y un esfuerzo mayor por la creación un centro de coordinación que nos encolumne, sensatamente, tras objetivos precisos donde el Gobierno deje de ser el enemigo principal, para que ese lugar lo ocupe la derecha, el capitalismo, los monopolios.

Claro para eso se necesita debate, abandonar el concepto de vanguardismo, escuchar otras propuestas aunque no sean de izquierda y difieran ideológicamente con algunas ideas fundacionales de otros sectores, buscar acercamiento. Ubicar al enemigo principal.
Esto no significa hacer concesiones de principios, sino ir paso a paso, pensar en la enorme masa de argentinos que están desorientados por falsos conceptos de que es lo popular. Encontrar caminos conjuntos para hablarles a ellos y convocarlos a una respuesta común tanto ante cada reivindicación de derechos vulnerados, como ante una alternativa de fondo.
La hora reclama tener claro que si salimos divididos de esta situación social, sanitaria y económica, podemos terminar en el neofacismo.

Yo me permito recordar que fascismo no es cualquier movimiento conservador o fenómeno autoritario. Recordando a Gramsci podemos decir que lo que caracteriza al proyecto autoritario del fascismo está en la capacidad de abrir nuevas trincheras para la tarea de controlar las masas. Por eso y hablando con categorías gramscianas para el movimiento popular se trata de lograr: más fuerza y más hegemonía, para impedirlo y avanzar.

En este momento, a mi parecer, la cuestión pasa por demostrar capacidad de juntarnos con amplitud y modestia para enfrentar a la reacción, actué donde actué.

Ernesto Salgado
11/06/2020

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