La humanidad está atravesando
un nuevo acontecimiento que nos sacude a escala planetaria, con la particularidad
que esta vez empezó golpeando a los explotadores.
La situación puede tener dos enfoques diferentes aunque coincidentes: la realidad social y de dominación imperial y las causas ambientales de la pandemia.
En el mundo moderno ya conocimos inundaciones, sequías, grandes tsunamis y terremotos, epidemias o pandemias que van marcando un espiral ascendente.
Ninguno de ellos trajo
cambios de fondo en la estructura de dominación mundial a favor de los
explotados. Nunca salimos bien en términos de interés de clase.
Escapando a cualquier tipo de
especulación de espionaje entre los centros del poder (China/Rusia/Estados
Unidos), que bien podría ser, el COVID 19 nació en uno de los principales países
capitalistas actuales y esta vez empezó atacando a los países centrales,
incluido al “poderoso” EE.UU. Algo nuevo.
Tampoco vale mucho saber cuál
sería la supuesta responsabilidad de los chinos “que se comen cualquier tipo de animal” (dicen). De
una cosa está segura la ciencia: destruir
la naturaleza desata fenómenos desconocidos que incluye nuevas enfermedades.
Hoy la tierra requiere de más servicios ambientales que son los que prestan los
ecosistemas. Si la acción depredadora del capitalismo los degrada aún más van a
crecer los focos de virus convertidos en pandemias.
La destrucción de estos
ecosistemas siempre está relacionado con las políticas económicas de los países
centrales. “Hoy leemos numerosos
artículos, corroborados por diferentes estudios científicos, que los virus que
vienen azotando a la humanidad en los últimos tiempos están directamente asociados
a la destrucción de los ecosistemas, a la deforestación y al tráfico de animales
silvestres, para la instalación de monocultivos” ,nos explica Maristella
Svampa, (1) a lo que yo agrego que requieren de enormes cantidades de agrotóxicos
que enferman y matan.
Svampa agrega que: “sin embargo, pareciera que la atención
sobre la pandemia en sí misma, y las estrategias de control que se están desarrollando,
no han incorporado este núcleo central en sus discursos”. Esto hace aún más
preocupante la situación, porque significa que estos fenómenos, que afectan a
la salud, van a repetirse.
En una cosa han coincidido la
mayoría de los gobiernos: el aislamiento social. Uno más aferrados a él, otros
menos. Algunos ultramontanos como Trump lo más probable que hayan entendido
tarde que esta acción se emparenta mucho con medidas dirigidas a proteger
principalmente a su clase y esté decidido a entregar algunos de los suyos para
lograr el objetivo de sacarse de encima a varios miles de latinos y negros.
El aislamiento social,
aparece como la única opción valedera y poco a poco la humanidad ha asumido que
quedarse en casa es el camino más aceptable para evitar que los muertos crezcan
exponencialmente. El encierro es la solución que nos impuso el sistema porque
aparece como la alternativa y entonces lo acompañamos silenciosamente. Pero,
hasta ahora, con demasiado silencioso.
En determinado momento siempre
hay más de una alternativa de salida, aunque dos centrales, a favor o en contra
de los pobres.
Ahora bien, que significa
quedarse en sus casas en esta cuarentena social obligatoria, si millones viven
en lugares inhabitables en momentos “normales” o en la calle. Sin agua, sin
cloacas, habitando todos en un solo espacio, con piso de tierra e inundados más
de una vez al año. Nadie puede negar esta realidad.
Como no se puede desconocer
la situación de los pueblos Qom en el Chaco, que está siendo diezmada por los
terratenientes, el desmonte, los agrotóxicos, el agua contaminada y la falta de
alimentos.
Svampa afirma en el trabajo
mencionado que: “Lo peor que nos podría
ocurrir es que nos quedemos en casa convencidos de que las cartas están
marcadas y que ello nos lleve a la inacción o la parálisis, pensando que de
nada sirve tratar de influir en los procesos sociales y políticos que se abren,
así como en las agendas públicas que se están instalando. Lo peor que podría
suceder es que, como salida a la crisis sistémica producida por la emergencia
sanitaria, se profundice ‘el desastre dentro del desastre’, recuperando el
concepto de Naomi Klein de ‘capitalismo del desastre’ “
Pareciera que el Covid 19
aparece como la alternativa del sistema para eliminar la excedencia social. Una
de las esencias de las crisis capitalistas.
Por su parte, el Gobierno de
Alberto Fernández ha tomado una serie de medidas sanitarias consideradas correctas
por la mayoría de la población, que si bien se podría decir que están dirigidas
a los 44 millones de compatriotas, creo que en realidad terminan sirviendo a
medio país.
Argentina ya tenía un 40% de
su población en condición de pobreza gracias al aporte “calificado” del gobierno
neo-conservador de Macri. Ahora, otro porcentaje está entrando en este segmento
(pese a las medidas gubernamentales) porque antes con trabajo apenas vivía
fuera de esa delgada línea que mide la pobreza. Me refiero a los trabajadores en negro, independientes o cuenta
propistas que están literalmente en la calle. Bien sabemos que cualquier
trabajo por cuenta propia pocas veces alcanza para ahorrar unos pesos, y ya la
cuarentena los está dejando en la casa desde hace unas semanas y aún deberá
seguir en esas condiciones unas cuantas más. Parte de este segmento ya está
teniendo que vivir de la solidaridad, aunque se pueda recuperar. Esto, nadie lo
mide y ya se incorporó al segmento de pobreza, del que es muy difícil volver en
países como el nuestro.
Por otro lado, los grandes
empresarios (como siempre) en cuanto se les achican las ganancias descargan el
peso sobre los trabajadores. Techint, los frigoríficos que no pueden vender los
cueros y elevan el precio de la carne para cubrir esa falta de ingreso, etc.
Son decenas los ejemplos que se podrían dar.
El resistido tributo solidario por única vez que grava apenas a unas 11.000 fortunas es una clara demostración de que hasta allí llegarán. Y todavía no se sabe si el Gobierno lo logrará.
El Gobierno no encuentra por
sus propias limitaciones ideológicas, de clase, respuestas totalmente adecuadas
sin afectar los intereses de la clase explotadora, particularmente a sus
sectores más poderosos. Alberto Fernández no puede más que administrar el
capitalismo progresista, al decir de Joseph E. Stiglitz.
De las crisis, en la
modernidad, siempre se salió por derecha. Quizás ahora tengamos la oportunidad
de salir, sino por izquierda, al menos acercándonos algo.
Por sus ingresos económicos,
sin pretender que esto sea estadísticos, el país se puede dividir en dos
segmentos iguales, el de abajo que no es homogéneo y parte de él sufre de todas
las limitaciones del sistema. Conoce al capitalismo porque este no lo tiene en
sus planes, lo padece. En el 50% de arriba hay también su sector que sufre el
accionar sistémico y lo enfrenta, otro lo niega y encuentra a los culpables en
los políticos, la corrupción, etc. (como si esta no fuera parte del sistema).
Entonces, quizás el desafío
de quienes sabemos que la cuarentena en las villas es un sueño, que los
jubilados hacen colas de varias cuadras para cobrar, que la gente más humilde
también las hace para conseguir un plato de comida, que la ayuda solo llega por
los movimientos sociales, incluida la Iglesia en algunas oportunidades, ese
desafío resida en que allí, que debería ser terreno más fértil, libremos una
gran batalla para que ubiquen al enemigo principal y lo enfrenten, arrebatándoles
así una franja del 50% de arriba, entre esos a los que alguien les puso el
nombre de capas medias, para que también vean a ese enemigo central y entiendan
que se llama CAPITALISMO y que es a sus esbirros (los Macri, Techint, etc.) a
los que tenemos que derrotar en esta crisis sanitaria, que también tiene un
costado político mezclado (como siempre) con la economía.
¿Qué pasaría en el 2020 con
un país que entienda el rol de los movimientos sociales y actúe? ¿Que vea el
rol del imperialismo en la degradación de la naturaleza y se lo impida, al
menos parcialmente?, que reclame el uso de energía limpia, que defienda el
agua, los bosques, los ríos, los océanos.
No aspiro a mucho, para decir
que de la pandemia no salgamos igual, sino ganando algo por izquierda, que en
política la Argentina se divida diferente y el 60% salga con un nivel de
conciencia mayor y organizada. ¿Será un sueño?
Para que esto pueda ocurrir
trabajemos para ellos, en medio de la pandemia, mostremos las alternativas,
saliendo todos juntos pero abandonando las miserias, el consignismo tan afecto
a ciertas formaciones de la izquierda tradicional, haciendo crecer la
solidaridad con el que la está pasando mal y por supuesto con la menor cantidad
de afectados por el virus, porque eso también nos debe interesar aunque podamos
ver en la cuarentena un poco más allá.
La izquierda y los
movimientos sociales de izquierda, desde la solidaridad y desde la lucha
parcial, pero ubicando siempre al enemigo principal, no como una muletilla sino
con la necesaria explicación, tenemos mucho para hacer para buscar esta
alternativa. Creo. Espero.
Ernesto Salgado
20/04/2020
20/04/2020
Notas: (1) Maristella Svampa –“Reflexiones para un mundo
post-coronavirus”. Publicado en Nueva Sociedad – Abril 2020
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