Cuba exigió este
domingo a Estados Unidos que levante el embargo económico y le devuelva
Guantánamo, al celebrar el 62º aniversario del asalto al Cuartel Moncada, seis
días después de restablecer relaciones diplomáticas con su viejo enemigo de la Guerra Fría.
Cuba - En el año del centenario de José Martí, el 26 de julio de
1953, 135 combatientes al mando de Fidel Castro protagonizaron el asalto a los
Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo
respectivamente.
El objetivo del asalto al Cuartel Moncada, fue desencadenar
la lucha armada en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista. Los combatientes
no pretendían otra cosa que no fuera abrir los arsenales, armar al pueblo y
llamar a la insurrección contra el gobierno dictatorial y corrupto de Batista y
sus secuaces.
El ataque al Moncada seguramente estuvo inspirado en la
acción insurreccional protagonizada por Antonio Guiteras y sus compañeros
veinte años atrás, el 29 abril de 1933, cuando tomaron con idénticos propósitos
el cuartel de San Luís, durante la lucha contra la dictadura de Gerardo
Machado.
A pesar del derroche de valentía y dignidad, los
revolucionarios -inferiores en número y armas- no pudieron tomar la
fortaleza, pero el hecho sirvió como
motor impulsor de futuras acciones que culminaron con el Triunfo de la Revolución.
La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios
por cada soldado del régimen muerto en combate. La masacre se generalizó y
fueron asesinados la mayoría de los asaltantes. Los sobrevivientes fueron
detenidos tras feroz cacería, enjuiciados y condenados a prisión, entre ellos
Fidel Castro.
La parodia de juicio fue una gran oportunidad para que Fidel
mostrara, a través de su discurso: “La historia me absolverá”, los
objetivos que perseguían con la acción militar y en enjuiciar severamente a la dictadura
batistiana. El alegato, impreso y
distribuido clandestinamente, obtuvo amplia repercusión en Cuba y en el
exterior. Se convirtió en un grito de libertad para el continente.
Durante este juicio, Fidel Castro, entonces licenciado en
Derecho Civil, señaló los males de la
Cuba de entonces, resumidos en seis problemas fundamentales:
El problema de la tierra, la industrialización, la vivienda, del desempleo, la
educación y de la salud.
Fidel debió asumir su propia defensa ante las maniobras de
la dictadura que le impedía tener su propio defensor. Ante esta realidad es que
denuncia al asumir su propia defensa: “No
faltaron compañeros generosos que quisieran defenderme, y el Colegio de
Abogados de La Habana
designó para que me representara en esta causa a un competente y valeroso
letrado: el doctor Jorge Pagliery, decano del Colegio de esta ciudad. No lo
dejaron, sin embargo, desempeñar su misión: las puertas de la prisión estaban
cerradas para él cuantas veces intentaba verme; sólo al cabo de mes y medio, debido
a que intervino la Audiencia ,
se le concedieron diez minutos para entrevistarse conmigo en presencia de un
sargento del Servicio de Inteligencia Militar”.
Generaciones de revolucionarios se formaron con la proclama
final de su alegato: “En cuanto a mí, sé
que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de
amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la
furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos.
Condenadme, no importa, La historia me absolverá”.
El 26 de julio no es para los revolucionarios del mundo, que
aún quedan, un recuerdo nostálgico, es la celebración del momento que abrió un
nuevo cause a la lucha por el bienestar de los pueblos latinoamericanos.
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